sábado, 18 de agosto de 2012

¿Words?


Hace mucho que no plasmas todo lo que sientes por mí, hace mucho tiempo que no me dices lo muchísimo que me quieres, lo guapa que soy, los ojos tan bonitos que tengo. Hace mucho que no me dices lo bien que me sienta el vestido rojo, que te sorprende que mi pelo sea suave, o que siempre huela bien (a lady Madrid)

Mucho desde que te hacía que me pusiese las sandalias rojas, esas que te parecen “sexys” y que me dan cierto aire de “putita con clase”.

Pero ayer fue la última vez que no pudiste dormir sin cogerme la mano, aunque hiciese un calor subsahariano. Apenas unas horas que te has quedado dormido en mi pecho, oyendo los latidos de mi corazón.  Una noche que no me has llevado a la cama en brazos porque me he quedado en el sofá. Dos horas que me suplicas con esos ojos oscuros que no me vaya.

Y yo me pregunto, ¿teniendo hechos para qué queremos las palabras?

RELATIVO


Hoy, ahora tengo ganas de llorar.  Hoy me he siento heroína, traicionera, egoísta, valiente y cobarde. Suele pasar que cuando más maduro, grandioso y fuerte te sientes a la vez te sientes muy miserable. Es paradójico. Y todo ello gira en torno a las decisiones al dichoso “arte” de vivir la vida que tan pocos tienen. Eres niño, luego adolescente y piensas que cuando llegue cierta edad, cuando seas adulto, madurarás y todo está bajo control.  

Que llegará un momento que serás tan sabio que sabrás qué hacer en cada momento. Pero no es así, ese momento jamás llega.

Te esfuerzas por hacer el bien, por ser feliz y descubre que hagas lo que hagas nunca serás la lluvia que agrade a todo el mundo que quieres empapar. Que ese equilibrio que persigue sólo se forma con los desequilibrios y los parches que vas poniendo a tus equivocaciones. Que lo perfecto no existe, que lo correcto es relativo. Y que para lo que a uno “sabe bien” a otro le sabe asqueroso. Como los helados. 

Jamás me comería un helado de pistacho, y a mi mejor amigo el que se ha puesto unas mechas horteras y horrorosas le encanta.

Doy un paso, y alguien llora, otro lo premia, otro odia que lo de. Por lo tanto, cada paso lo forma uno, cada rumbo es privado. Y en definitiva, cada uno nace solo y solo se muere.
Ni todo el mundo es bueno ni todo el mundo es malo. Yo a veces me despierto buena y me duermo siendo un demonio y viceversa. Sigo con ganas de llorar. Tengo miedo, ilusión, alegría y pena.

Y la pregunta es ¿merece la pena? Quizás sí, quizás no. Todo es relativo.