viernes, 25 de noviembre de 2011

Amores eternos que duran un corto invierno.

Harta de que el cine nos muestre el amor en forma de dos adolescentes vampiros con falta de sal y color, o un macarra y una colegiala que tras compartir un Malibú con piña, dos helados de fresa y un beso se juran amor eterno.


Es cierto que también hay excepciones, grandes películas como "Los puentes de Maddison" cuyos protagonistas son adultos (muy adultos).
Pero al fin y al cabo es lo mismo. Mostrar el amor como pasión, una aventura que nos hace salir de la rutina, nos hace volar y a veces perder el norte. 

Y sí, el amor tiene muchos componentes así, locos y pasionales. Elementos que lo distinguen de la amistad.

Luego nos extrañamos de la cantidad de historias fracasadas, divorcios y separaciones. Y es que, lo único que aprendemos con lo que nos venden como "amor" y no sólo en el cine, en la literatura también, es que es sinónimo de alegría, pasión y el "estar a tu lado cuando todo está perfecto". 

Y partiendo de la base de que cada vez nuestra sociedad es más egoísta, no miramos ni por nuestra madre antes que por nosotros no estamos dispuestos a sacrificar nada por otra persona. "Amamos" mientras nos beneficie a nosotros, mientras no tengamos que beneficiar más a una persona que a nuestro propio ego. 

Y todas esas películas o libros comparten algo. En ellas se prometen siempre el llamado"amor eterno."

¿Y qué hay de ese amor eterno? ¿Quién te cuenta cómo es la vida de Mario Casas y María Valverde cuando tienen cincuenta u ochenta años y se les ha nivelado un poco más el nivel de testosterona y el exceso de oxitocina? ¿Por qué no se muestran las dificultades y obstáculos que superan las parejas y que ese hecho es lo que en realidad fabrica un amor real? Supongo porque es más atractivo mostrar a Mario Casas y a María Valverde en plena juventud y belleza. Desde siempre la belleza atrae (no seamos hipócritas) 


Porque es más fácil "quererse" cuando todo es bello y nuevo, cuando hay 7/7 raciones de sexo semanales y estás tan ocupado con eso que no te molestas en averiguar si existen virtudes o defectos. Y cuando descubres estos últimos, por supuesto, huyes. 

Necesito testimonios reales de personas que de verdad son partícipes en este amor eterno. Necesito saber que existe. Si no, tendré que averiguarlo por mi misma. Yo hoy por hoy confío en que lo haré, y que lo complicado sea encontrarlo, como los tesoros. 

Pese a que la arruga sea bella, no vende. 

sábado, 19 de noviembre de 2011

Eres.

Es que eres la mejor sensación, 
los besos sin miedo amor como los de los niños.
Y es que siento que eres superior, 
que me haces guapo y que puedo irme a volar contigo.


Eres esa mano suave que me cuida.
Eres una realidad en mi interior.
Eres todo lo que alguien imagina, tener cerca, alrededor.
Eres paz, eres león.

martes, 15 de noviembre de 2011

Momentos de evolución.

Aún recuerdo ese día. En realidad, las sensaciones y pensamientos que vinieron a mi. No sé si era julio, agosto o principios de septiembre. 


Momentos como ese yo los denomino "momentos de evolución". Son aquellos en los que sin quererlo, cuando necesitas un chorro de claridad de manera urgente, la vida de repente te plantea la gran pregunta que rompe tus esquemas: ¿Esto es lo que quieres?

Aunque igual, te muestra los esquemas que tenías rotos y querías seguir viendo como intactos. Ahí es donde, yo por lo menos, dejo de resignarme a el "todo va bien" y acepto que las cosas deben cambiar. Mejor dicho, quiero que cambien.

En ese momento me agradecí mucho a mi misma que saliese la "yo" de hacía unos años. Cuando tenía principios y valor. Cuando no era conformista.

Estaba esperando a que el tren se fuese, regresaba a casa. Cuando en ese momento vi por el cristal que en andén dos adolescentes de unos dieciocho años no paraban de besarse y abrazarse. No conseguía oír su conversación, pero sus ojos y sus gestos hablaban por sí solos.

Hacía muchísimo tiempo que no sentía eso. Eso, ni otra cosa.


Hacía muchísimo tiempo que no sentía nada. Normalmente, hoy por hoy, no me cambiaría por otra persona, adoro mi vida (qué satisfacción poder volver a decir eso). Pero en ese momento hubiese aceptado cambiarme por aquella chica del andén, aún sabiendo que ese amor de verano duraría exactamente eso, una estación. Quizás suene triste, pero prefería volver a notar el corazón aunque fuese por un día.

En ese momento decidí aceptar el reto, aceptar un dolor todavía no provocado y superar cualquier obstáculo por obtener lo que ahora tengo: felicidad y una versión de mi misma más mejorada que nunca.

Decidí volver a sentir. 

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Ocho.

Hace tiempo que los 149.600.000 se quedaron cortos. Incluso ida, vuelta y de nuevo ida.

No sé por qué y tampoco me importa. Pero lo que sí importa es lo mucho que vas creciendo dentro de mi. Y lo grande que eres ahora. Has invadido todo, cada célula, poro y pensamiento.

Cuanto más porcentaje de ti siento como mío y conozco más grande tengo las alas, con las que siento que la libertad es mía por completo y no hay nada que no pueda alcanzar. Contigo no hay día que falten sonrisas y calor. 

En nuestro mundo la soledad no tiene cabida, ya hemos perdido la capacidad de sentirnos solos. 

Nosotros conformamos el "todo" de esto y llenamos mutuamente nuestros mundos. Los colmamos de besos, risas, diferencias, aciertos, fallos e intentos, siestas y  lágrimas. Y sí, todo eso basta pero no sobra. Los besos y las risas siempre son bienvenidos. 

Como tú dijiste un día : "A veces cuando nos miro, pienso que somos uno sólo".

Es por ello que cuando te vas y duermo en nuestra cama, de forma masoquista ocupo tu hueco. Para mirar hacia el lado vacío y ver que sólo falto yo, pero como al mismo tiempo yo estoy ahí es más llevadero echarte de menos.

Gracias a todo esto cada mañana lo único que pido a lo que quiera que exista es algo breve pero claro: "que no acabe nunca."

Pull me up.

Haz el favor de rescatarme, cógeme de la mano o de la muñeca si me notas sin fuerza y tira hacia arriba.

Va a pasarme... otra vez va a pasarme y como me pase no va a  tener remedio. Luego te extrañas y realmente no sé de qué. No tienes permiso ni te mereces a veces que te lo de. Pero luego lo reclamas...

Analiza si realmente lo quieres, cierra los ojos y por un momento no te dejes llevar por ideas preconcebidas. Escúchate, sólo a ti. A mi no me escuches. Y ahora bien, ¿qué quieres?

Estos vacíos que ves, los que tú has creado, son como socavones en el mar que no esperan a llenarse de un material especial. Se acaban rellenando de lo primero que el azar les pone en el camino: algas, peces, arena de mar... un poco de todo. 

Así que por favor rescátame. Aún estás a tiempo.

La ley del Talión

Me acuerdo lo muchísimo que me lo repetías hasta la saciedad. Pero como varias cosas en mi vida, creo que jamás lo aprenderé. 

Iba a dar mi tercera clase magistral y llegaba tarde (qué raro) y además me tiré 10 minutos buscando las llaves de casa, casi me voy sin darle de comer al Pascal (otra vez). Pero pensé en que era hora de escribirte ya. Por cierto, deberías verle, parece un lobo. 

Tengo ya 34 años, para 35 y me siguen pasando las mismas cosas... debo tener algún conjunto de neuronas bloqueadas o directamente con cierto retraso que no me permiten avanzar.

Dentro de tres días hago 3 años y 3 meses con Diana. Se ha pasado volando, también entre tanto ajetreo de mudanza, país nuevo, vida nueva... cuesta no ir acelerado.

Las cosas no van mal, pero podrían ir mejor. El otro día, antes de dormirme, justo el momento perfecto para reflexionar sobre el día y ponerme ansioso y tenso hasta no poder dormir, mi cerebro tuvo un flashback.

Pensé en cómo era todo con Diana hasta que tuvimos nuestro primer "acercamiento sexual". Y si te digo la verdad, no sé si lo cambiaría a veces por lo que tengo ahora. Nos pasábamos las noches sin parar de hablar de todo, con ganas insaciables de saber un poco más del otro, de meterte en su mente e intentar por todos los medios coincidir en lo máximo posible para que la vida nos dijese a gritos lo hechos que estábamos el uno para el otro.

El máximo sexo que teníamos en esa época eran las miradas, créeme: desnudaban. Y vale, tampoco seré hipócrita (yo tenía ganas de hacerlo) pero por aquel momento eso me bastaba, y era maravilloso. Pensé en que daría lo que fuera por volver a ese momento, o mejor dicho, a esas ganas locas que tenía ella de conocerme. De reírse conmigo, de conversaciones eternas...

Ojo, con esto no quiero decir que me queje de cómo es ahora conmigo. Es más, desde que estamos viviendo en Londres cada día que llego a casa me come a besos y me colma de abrazos, debe ser que se encuentra más agusto aquí y lo manifiesta conmigo. 

Pero no hay día que saquemos un tema interesante del que hablar (sé que yo también soy culpable), pero ¿sabes? me canso de esforzarme. Porque noto que soy el único.

A veces me cambiaría por el compañero ese de su trabajo, un tal "Matt" rubito y con un look de angelote que tira para atrás. Y sé que a ella no le van los rubios, pero a veces veo conversaciones entre ellos en Facebook sobre libros, películas o simples bromas que me recuerdan a ella y yo al principio y no puedo evitar entristecerme. Me pone enfermo pensar que ya no provoco eso en ella, no sé si yo he bajado mi propio nivel o ella se ha vuelto una completa egoísta que sólo me da lo justo y necesario para que esto que tenemos sobreviva. 
Ese es el error, que con eso cree que es suficiente. Muchas veces, nos enfadamos y directamente ni habla del tema, ni intenta arreglar las cosas. Se limita a ignorarme y a dormirse. (¡Y puede dormirse!)

No sé qué más contarte amigo, siempre me dijiste que no piense nunca que todo el mundo actúa como yo porque me equivocaré. Y sí, lo noto. Me estoy equivocando y mucho. O quizás existan diferentes maneras de querer, igual la mía no es la mejor pero la única que entiendo. No sé...

What kind of warm is it?

Calor. Conseguirlo es fácil y complicado al mismo tiempo. Dependiendo del tipo que se busque, supongo. 


Normalmente hago uso de uno efímero, que por unos momentos parece que hasta me quema pero al momento se ha ido por completo y sólo me deja sumida en el más absoluto frío.


Una vez tuve uno, fue la época de mi vida en la que más constante lo sentí. 
No hubo un día que no lo sintiese. Pero nunca me quemó, eso es cierto.


Realmente, sigo sin saber qué prefiero. Si quemarme por unos momentos y luego echarlo de menos, saber que lo tuve o siempre estar a la misma temperatura, casi dormida, sintiendo una temperatura tan constante que es como no sentir nada.